viernes, 25 de septiembre de 2015

¿Cuántos clavos has clavado hoy?

¡¡Hola a todos y todas!!

Primer viernes de otoño, aunque con las temperaturas que tenemos por aquí por Córdoba nadie lo diría.

¿Cómo ha ido tu semana? Espero que fantástica.

Me gustaría compartir contigo un cuento que te invite a la reflexión, posiblemente te puedas sentir identificado/a. Esta semana me he encontrado con algunos ejemplos en personas ajenas y en la mía propia.

¿Alguna vez has perdido los nervios y has dado una respuesta desacertada? Quién no, ¿Verdad?

Mas allá de buscar la respuesta científica de que ocurre en nuestro cerebro cuando nos sentimos agredidos y/o amenazados, cuando alguien nos molesta con un comentario o acción, me quiero centrar en tomar conciencia de las consecuencias que perduran en el tiempo.

Cuenta la historia que había un joven con muy mal carácter, a poco que algo  o alguien le molestaba, discutía, insultaba y tenía reacciones desmesuradas en muchas ocasiones, diciendo improperios a sus compañeros, amigos o familiares.

Su padre preocupado por la actitud del joven, se dispuso a ayudarle e hizo lo siguiente. Fue a la ferretería del pueblo y compró una gran cantidad de clavos y un martillo, habló con su vástago y le ofreció un acuerdo que consistía en que cada vez que se enfadara e insultara a alguien o tuviese una reacción desproporcionada, debería clavar un clavo en la valla de madera de su casa.


El primer día el joven, clavó 28 clavos en la valla, el segundo día 25, así sucesivamente cada día iba clavando un clavo cada vez que se enfadaba e insultaba a alguien, con el paso de los días el número de clavos era inferior, ya que empezó a darse cuenta que era mayor el esfuerzo de clavar el clavo que de controlar su genio y sus respuestas.

Pasado un mes aproximadamente, el joven buscó a su padre para decirle que había pasado todo un día completo y no había tenido que clavar ni un solo clavo,  el padre lo felicitó y le dijo...

"Por cada día que consigas no enfadarte ni dar malas contestaciones, puedes ir quitando un clavo de la cerca"

El hijo fue sacando día tras día los clavos hasta conseguir dejar la valla sin uno solo,  el joven contento buscó a su padre para compartir la noticia. El padre, después de felicitarle le acercó a la valla y le dijo... 

– ¿Ves como está la valla?, el hijo respondió... – Si, padre sin un solo clavo. El padre le dijo... 

– Si, es cierto. Pero por cada clavo que has quitado has dejado una marca para siempre en la valla, esto mismo ocurre con las personas.

Cada vez que insultas o hablas de malas maneras a otras personas, estás clavándole clavos. Y aunque luego le pidas perdón, o sea, le saques los clavos, dejarás una marca para siempre en su corazón.

Fin de la historia.

A veces decimos cosas de las que luego solemos arrepentirnos y aunque pidamos perdón, siempre dejaremos una huella o marca de dolor en la otra persona.


"Las palabras son como clavos, cuanto más fuerte nos golpean más se clavan y más señales dejan."

¿Qué podemos hacer? No responder en caliente, hacer unas respiraciones profundas antes de responder y preguntarnos... ¿Qué pasara después de decir tal cosa?, ¿Seguramente me arrepentiré? ¿Cómo se sentirá el otro/a?, ¿Cómo me sentiría yo si me lo dijesen a mi? Estas y otras técnicas las podemos usar para controlar nuestro carácter.

Os dejo esta reflexión y espero que no clavéis muchos clavos esta semana, me despido hasta la próxima.

Feliz fin de semana, salud y éxitos.

José María Gomaríz

Muchas gracias.
Un saludo.

PD: Y no te olvides de compartir si te ha gustado.